Frente a la luna fui a sentarme,
Llorando al Santo le dije:
¿Qué has de enseñarme hoy?
¿Qué tienes que decir esta noche?
Ahogado entre las aguas de mis lagrimas clamé ser un Justo,
Con un frágil corazón y una boca muda juré ante su firmamento:
-No habré de soltarte hasta que mis caminos sean rectos,
-Ni dejaré de luchar contra todo aquello que me impida unirme a ti,
-En la cruda y fría noche no habré de bajar mi espada hasta que raye el Alba,
-Entonces tu redención habrá de llegar,
-Y este pobre corazón que arrastro entre mis talones ha de ir directo a ti.
Volví a mí,
Borrosa miré la luna y las estrellas,
Recordé que era de noche,
Y me di cuenta que estaba luchando una batalla muy dura,
Tal fue mi aflicción y el dolor en mi muslo,
Pero aún en oscuridad la luna iluminaba mi rostro.
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